DatoGlobal

Crónica de una muerte anunciada: El futuro fracaso del rearme europeo

Tras más de dos años de conflicto armado entre Rusia y Ucrania, cabría esperar que Europa hubiese reflexionado sobre su doctrina defensiva, el equipamiento de sus fuerzas armadas y los presupuestos asignados a la defensa. Sin embargo, en lo que parecen ser las vísperas de un acuerdo de paz, al parecer desfavorable para Ucrania, Europa sigue mostrando una gran debilidad y desorganización. Mientras Trump y Putin negocian el fin del conflicto en Arabia Saudita, los líderes europeos, incluido Zelensky, parecen sentarse en una mesa secundaria: los «primitos chicos» de la cena familiar de Munich, o en comités de desarrollo militar sin objetivos claros, lamentándose y pidiendo ayuda, pero sin un poder de decisión real. En este artículo, analizaré las causas y consecuencias actuales y futuras de la debilidad de las potencias europeas en materia de defensa.

Desde la primera presidencia de Trump, en 2016, el mandatario estadounidense acusó a los miembros de la OTAN, especialmente a los países europeos, de no alcanzar el recomendado 2% de su Producto Bruto Interno (PBI) destinado a la defensa. Sus amenazas de abandonar la OTAN y acusaciones de que Europa era un «free rider» (aprovechada) en materia de seguridad causaron gran descontento entre sus aliados en el viejo continente. No obstante, Trump parecía tener razón. Si bien el gasto en defensa de Europa aumentó gradualmente tras el Euromaidán y la anexión de Crimea, en 2014, sólo algunos países como Grecia y el Reino Unido cumplían con el objetivo del 2%. A día de hoy, la situación es muy distinta: tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, Europa aumentó su inversión en defensa, alcanzando en 2024 casi el 2% en la mayoría de los países, con solo siete naciones, incluidas España e Italia, no alcanzando la meta.

No obstante, el escenario global sigue siendo incierto, y con el regreso de Trump en 2025, la exigencia del presidente estadounidense es aún mayor: alcanzar el 5% del PBI destinado a defensa, lo que equivaldría a menos que el  gasto actual de Rusia. Esta exigencia parece diseñada para ser rechazada, permitiendo justificar una reducción, e incluso una retirada total, del apoyo militar estadounidense a Ucrania. Trump pide que Europa se defienda por sí misma, aunque esto es prácticamente imposible en el corto plazo. Esta nueva política exterior estadounidense hace que los líderes europeos, incluidos los de Ucrania, se enfrenten a la realidad de que, en los próximos años, deberán defenderse a sí mismos y a sus aliados sin el apoyo del gigante norteamericano, sin importar si la guerra en Ucrania se resuelve en semanas o en años. Muchos analistas, comandantes militares y servicios de inteligencia europeos creen que el régimen de Putin no se detendrá en Ucrania, y que en los próximos años Rusia se acercará cada vez más a las fronteras de Europa.

La Unión Europea está a punto de lanzar un ambicioso plan de rearme, con una inversión de aproximadamente 800 mil millones de euros, a través de financiación directa, créditos y excepciones para ampliar el déficit fiscal de los países miembros. Sin embargo, tras décadas de desfinanciamiento y cambios de prioridades estratégicas, no se confía plenamente en que Europa pueda recuperar su capacidad militar a tiempo. Un desafío adicional es la dependencia de sistemas de armas estadounidenses en áreas clave, especialmente en el corto y medio plazo. Estados Unidos sigue controlando muchos de los equipos que vende, y estos sistemas dependen en gran medida del mantenimiento y la actualización proporcionados por empresas estadounidenses bajo la supervisión del Pentágono. Entre los ejemplos más destacados se encuentran los cazas de quinta generación F-35, vendidos exclusivamente por Lockheed Martin con el permiso de Washington. Esto deja a Europa con cazas de cuarta generación, como el Eurofighter Typhoon o el Dassault Rafale. Además, si la administración Trump decide restringir la modernización de los F-16 y F-18 en servicio en varios países europeos, la situación podría empeorar. En otros sectores clave, como los sistemas antiaéreos y la artillería, Europa depende enormemente de equipos estadounidenses, como los sistemas Patriot, mientras que, aunque países como Francia y Suecia ofrecen alternativas, no tienen la capacidad de igualar el alcance y precisión de sistemas como los HIMARS.

Más allá de la falta de fondos, la industria militar europea enfrenta problemas estructurales. A pesar de la percepción de Europa como un bloque armonioso, la realidad es que se trata de una unión de estados soberanos con diferentes agendas estratégicas. Esto lleva a que muchos países europeos mantengan sus propias industrias militares, y que incluso compitan entre sí. La variedad de modelos de tanques, aviones y armamento, como por ejemplo los  más de siete tipos de tanques, crea un desafío logístico importante. En contraste, Estados Unidos mantiene una cuarta parte de los modelos de sistemas de armas, lo que facilita la estandarización y la logística en tiempos de guerra. Además, la producción de armamento europeo está orientada a equipos sofisticados y costosos, lo cual ha sido una ventaja en tiempos de paz para operaciones anti insurgencia en África y Medio Oriente, pero resulta problemático cuando la necesidad de producción masiva de municiones y artillería, como se ha demostrado en el conflicto ruso-ucraniano, se vuelve crítica. En este sentido, Europa debe reajustar sus capacidades de producción para atender la demanda de estos sistemas más baratos y fáciles de producir, como la artillería y los drones.

Finalmente, otro de los grandes desafíos de Europa radica en los recursos humanos. Si bien países como los nórdicos, los bálticos y Polonia mantienen una mentalidad defensiva fuerte debido a su historia reciente con Rusia, en muchos países de Europa occidental, como España, Francia y Alemania, la mentalidad bélica ha disminuido. La población envejecida, la ideología progresista que ha restado énfasis al nacionalismo y el patriotismo, y la falta de un servicio militar obligatorio han mermado la preparación de estos países. Además, los crecientes movimientos nacionalistas y euroescépticos dentro de Europa, como los que se observan en Hungría y Eslovaquia, complican aún más la cohesión interna. La migración y el estancamiento económico también contribuyen a la pérdida de cohesión social, lo que podría debilitar el espíritu de lucha en un momento de crisis. Sin embargo, un enemigo común, como la amenaza rusa, podría forzar la unidad en medio de las diferencias internas.

En conclusión, Europa se enfrenta a un reto crucial: su aparato militar, aunque moderno y efectivo, no está preparado para afrontar la alta demanda de una guerra a gran escala con una potencia industrial. Sin el apoyo total de Estados Unidos y con su propia industria militar aún en desarrollo, el viejo continente deberá rearmarse, pero el tiempo y la capacidad para hacerlo antes de que sea tarde siguen siendo inciertos.

Tags :

Rodrigo Palomino

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Noticias populares

Artículos recientes

RelatoGlobal es un espacio donde explicamos la actualidad internacional de forma clara y accesible. Queremos traducir la complejidad de la geopolítica, la diplomacia y la cooperación global en relatos comprensibles para todas las personas. Porque entender el mundo no debería ser un privilegio, sino una herramienta de empoderamiento ciudadano.
Vamos más allá de la noticia.

© 2025 RelatoGlobal. All Rights Reserved by BlazeThemes.