DatoGlobal

La religión no se fue: Turquía y el regreso estratégico de lo divino.

Durante mucho tiempo, se pensó que la modernidad lo cambiaría todo. Que la religión, ese elemento tan arraigado en la historia, terminaría cediendo ante la razón, la ciencia, el progreso. Que quedaría encerrada en las casas o los templos, mientras el mundo se ordenaba según leyes seculares. Pero no fue así. No del todo.

Hoy, basta con mirar el escenario internacional para ver cómo lo religioso ha vuelto a ocupar un lugar central. No solo como identidad cultural o espiritual, sino como herramienta de poder. En ningún lugar esto se ve con gran claridad como se ve en Turquía. Mirá…

Cuando Mustafa Kemal Atatürk fundó la República de Turquía en 1923, lo hizo con un proyecto claro: romper con el pasado otomano e islámico, y construir un Estado moderno, laico, orientado a Occidente. En 1924, eliminó el califato y creó la Diyanet, la Dirección de Asuntos Religiosos, una institución estatal que, paradójicamente, no buscaba excluir al Islam sino controlarlo. El Estado redactaba los sermones, formaba a los imanes y regulaba la práctica religiosa. La religión no debía desaparecer, pero tampoco podía ser un poder paralelo.

Durante décadas, ese equilibrio se mantuvo. Pero todo empezó a cambiar con la llegada al poder de Recep Tayyip Erdoğan y su partido, el AKP. Lo que comenzó como una lenta transformación interna, terminó convirtiéndose en una estrategia de proyección internacional. La Diyanet ya no era solo una institución burocrática que regulaba lo religioso dentro de Turquía. Ahora se expandía más allá de sus fronteras.

En la última década, la Diyanet ha comenzado a gestionar mezquitas, centros islámicos y programas religiosos en más de 20 países y diferentes regiones. Alemania, Francia, Países Bajos, los Balcanes, Asia Central, incluso África. No se trata solo de ofrecer servicios religiosos a la diáspora turca. Es una forma de extender influencia. De mantener vínculos culturales, ideológicos y, en algunos casos, políticos con millones de personas que viven fuera del país pero siguen conectadas con su identidad de origen.

Eso, claro, no ha pasado desapercibido. En varios países, especialmente los europeos, los servicios de inteligencia han denunciado que imanes financiados o formados por la Diyanet no solo predican, sino que espían. Que no solo hablan de religión, sino que replican discursos del gobierno turco. Que no solo guían espiritualmente, sino que transmiten una narrativa nacionalista que choca con los valores democráticos y seculares de sus países de acogida.

En las mezquitas financiadas por Turquía, los sermones no siempre giran en torno a la fe. Se habla de defender la identidad turca, de resistir la “decadencia” de Occidente, de obedecer principios tradicionales. Para muchos jóvenes de origen turco nacidos en Europa, eso crea una tensión difícil de resolver. En casa, reciben un mensaje. En la escuela, otro. El resultado: una grieta identitaria que puede derivar en desconfianza, en aislamiento… incluso en radicalización.

Pero la Diyanet no solo opera en el plano social o cultural. También ha jugado un rol en momentos de fuerte tensión diplomática. Durante operaciones militares en Siria, por ejemplo, varios imanes usaron sus sermones para justificar los ataques o para demonizar a los kurdos. Es una señal clara: cuando el gobierno necesita respaldo interno o externo, la religión puede ser un canal eficaz.

El caso turco plantea muchas preguntas. ¿Hasta dónde puede un Estado usar instituciones religiosas para proyectar su poder? ¿Dónde termina la libertad de culto y dónde empieza la injerencia política? ¿Qué pueden hacer los países receptores para proteger su soberanía sin caer en la islamofobia o en la estigmatización de comunidades enteras?

Ojito, Turquía no es el único país que instrumentaliza la religión. Arabia Saudita promueve el wahabismo como parte de su influencia global. Irán combina religión y política de manera estructural. El Vaticano tiene una diplomacia propia. Pero Turquía es particular. Es particular porque en los papeles no es una teocracia. No es un Estado confesional. Es una república moderna que ha encontrado en la religión una herramienta más. Un hilo con el que tejer poder, dentro y fuera de sus fronteras.

En ese sentido, la Diyanet no es solo una oficina de asuntos religiosos. Es una pieza estratégica en la política exterior turca. Un puente entre lo espiritual y lo político, entre lo nacional y lo global. Y también una señal clara de que, en el mundo actual, la religión está lejos de ser un asunto del pasado y reservado a lo privado.

No se trata de si la religión importa o no. La pregunta real es cómo la entendemos hoy. Como fe. Como identidad. Y, cada vez más, como poder.

Tags :

Keyber salcedo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Noticias populares

Artículos recientes

RelatoGlobal es un espacio donde explicamos la actualidad internacional de forma clara y accesible. Queremos traducir la complejidad de la geopolítica, la diplomacia y la cooperación global en relatos comprensibles para todas las personas. Porque entender el mundo no debería ser un privilegio, sino una herramienta de empoderamiento ciudadano.
Vamos más allá de la noticia.

© 2025 RelatoGlobal. All Rights Reserved by BlazeThemes.