La Asamblea General de la ONU, que se reunió en Nueva York el 29 de septiembre de 2025, constituye el principal foro de debate global donde los 193 Estados miembros participan con igualdad de voz y voto. En este escenario se abordan temas centrales como conflictos armados, crisis humanitarias, cambio climático y desarrollo sostenible. A diferencia del Consejo de Seguridad, cuyas decisiones son vinculantes, la Asamblea funciona como un espacio diplomático y político en el que los líderes presentan sus posiciones ante la comunidad internacional. En esta edición, varios discursos llamaron la atención, y el de Donald Trump destacó por su tono directo y provocador, generando repercusiones inmediatas tanto en el recinto como en los medios de comunicación.
Durante su intervención, Trump volvió a cuestionar la utilidad de la ONU, describiéndola como costosa, burocrática e incapaz de resolver los grandes conflictos globales. Recordó sus decisiones durante su presidencia de retirar a Estados Unidos de organismos como la UNESCO, el Consejo de Derechos Humanos y la Organización Mundial de la Salud, además de criticar al Tribunal Penal Internacional. Su discurso buscó reforzar la idea de que la ONU favorece a rivales y limita la soberanía estadounidense. La presentación se centró en tres ejes principales que permiten comprender su visión del orden mundial y las tensiones diplomáticas que genera.
Trump acusó a la ONU de ser ineficaz e incapaz de cumplir su potencial, afirmando que el organismo se limita a producir “palabras vacías” que no detienen guerras. Destacó que su administración logró detener conflictos considerados interminables en África y Medio Oriente sin la colaboración del organismo, y responsabilizó a la ONU por contribuir indirectamente a problemas como la migración y el terrorismo. Defendió que Estados Unidos debe asumir un rol preeminente en la resolución de conflictos globales y centró gran parte de su discurso en la inmigración, defendiendo sus políticas de detención y deportación en la frontera sur y criticando a Europa por mantener fronteras abiertas ante lo que llamó una “invasión de migrantes ilegales”.
Finalmente, Trump abordó comercio, aranceles y energía, defendiendo las tarifas como mecanismo de defensa económica y anunciando un encuentro con el presidente brasileño Lula da Silva en medio de tensiones comerciales. Criticó las políticas de energía verde y las alertas sobre cambio climático, clasificándolas de “engaño” que limita el crecimiento y la soberanía nacional. Asimismo, prometió liderar iniciativas internacionales para controlar armas biológicas mediante inteligencia artificial, con la esperanza de que la ONU pueda desempeñar un papel constructivo pese a sus críticas al organismo, proyectando así una imagen de liderazgo fuerte y decidido en los asuntos globales.
Este discurso, que podría parecer una más de las grandilocuentes intervenciones del presidente estadounidense en el escenario global, representa en realidad un nuevo capítulo dentro del extenso relato de la llamada “crisis del orden mundial liberal”. Con el ascenso de potencias no occidentales, el agotamiento del globalismo y la fractura del pacto entre democracia y desarrollo, se está gestando un nuevo sistema internacional, crítico del anterior y centrado más en el nacionalismo y la fuerza que en las normas compartidas y la cooperación global.